La experiencia de un hombre de sección[1] de
El Guardián en el centeno

por  Jim Rovira

 


J.D. Salinger

 

A través de mi lectura de J.D. Salinger y alrededor de él he llegado a la conclusión de que Salinger erigió su filosofía personal en oposición directa a lo que es entendido tradicionalmente en la sociedad occidental como formas de pensamiento racionales. El “enemigo” (no realmente un enemigo, más bien un objeto de lástima) en su cuento corto “Teddy” son los “comedores-de-manzanas” (participantes del fruto del árbol del conocimiento de...), Nueve cuentos abre con una cita de un koan Zen, y su retiro de la vida pública parece haber sucedido con un nada pequeño desdén por los críticos profesionales, un desdén que parece mejor expresado por la dedicatoria de su último libro públicamente editado —Levantad carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción,  “Si hay aún algún lector amateur en el mundo o alguien quien lea y corra– Le pido a él o a ella, con afecto indecible y gratitud, dividir la dedicatoria de este libro en cuatro con mi esposa e hijos.”

 Por lo que he decido escribir este artículo sobre la única novela de Salinger con alguna deferencia a las preferencias indicadas por el autor, y escribirlo desde el punto de vista de mi experiencia personal de la ficción de Salinger. Me será difícil porque nací un “comedor-de-manzanas”, quizás incluso infectado con una buena cantidad de manzanas alpinas de Lewis, el “enemigo” mayor; dedicado al pensamiento racional y, lo peor, con especialidad en letras inglesas y un además ex hombre de sección. Pero tengo dos cosas a mi favor. Primero, mi lectura del criticismo de Salinger y libros de análisis ha sido dolorosamente mínima. Sólo he leído J.D. Salinger Revisited, de Warren French, y una crítica de Hapworth cuando el rumor de que el cuento corto bastante largo podría ser reimpreso en forma de libro. Luego, (y este es quizás el factor más importante y el principio de mi experiencia con Salinger), mi iniciación a la ficción de Salinger estuvo fuera del contexto de un escenario académico. Ni siquiera comencé leyendo El guardián en el centeno en la preparatoria, un rito de pasaje literario americano.

No me malinterpreten. Sigo siendo y siempre seré un comedor de manzanas, y pequeños pedazos de manzanas a medio comer de seguro salpicarán la página mientras hablo. Si bien nos va, serán sólo pequeños pedazos.

En cambio, fui iniciado en Salinger, aparentemente, como un adulto. Era ya un comedor de manzanas consumado entre los 21 y 25 años cuando una amiga (creo que estaba a la mitad de sus 30’s en ese tiempo) me dio su copia de Franny y Zooey para que la leyera. Leí el libro, claro, entonces leía todo lo que me daban y luego lo archivaba como “literatura que he leído y disfrutado pero no he empezado a entender su significado”. No siendo capaz de negarme cualquier tipo de rito de pasaje adolescente, menos uno literario, me decidí finalmente a leer El guardián en el centeno en algún momento de marzo de 1997. No puedo decir que no haya leído nada de él hasta ese punto. Leí la primer página en una clase de escritura expositiva en Rollins College probablemente dos años antes; el maestro lo utilizó en un ejercicio en clase. Recuerdo estar hastiado e intrigado al mismo tiempo; a pesar del solipsismo de Holden su honesta e inigualable voz era poderosamente efectiva.

De manera que no me decidí a leer El guardián hasta después de graduarme de la universidad, pero cuando lo hice quedé cautivado. Una vez que pasé la marca de la página cincuenta no pude dejar el libro. Creo que lo leí en dos días; recuerdo específicamente leerlo en la sala de espera de la oficina de mi dentista. Después de leer El guardián releí Franny y Zooey luego terminé con rapidez dos colecciones restantes de la ficción publicada de Salinger. Para entonces me había convertido en un salingerófilo declarado. Me suscribí al servidor de listas Bananafish de J.D. Salinger y posteriormente comencé un grupo de lectura en línea de J.D. Salinger para AOL. El interés en el grupo de lectura se desvaneció después de que leímos El guardián y le di fin, pero hasta la fecha aún sigo suscrito al servidor. Cada servidor de listas de internet tiene una personalidad individual; de todos los servidores a los que me he suscrito, Bananafish tiene la audiencia más diversa pero la comunidad más unida; Salinger es una experiencia común que une a sus miembros de manera similar a la unión entre devotos religiosos.

Antes de mi aproximación plagada de manzanas a El guardián, necesito hablar sobre Franny y Zooey primero. De toda la escritura de Salinger,  tuvo en mí el efecto personal más directo y ha influenciado mi lectura de la demás ficción de Salinger. Franny, al igual que Holden Caufield, tiene problemas enfrentado a “los farsantes” y “la falsedad” al punto de que ella queda perturbada emocionalmente y se corta de la sociedad en un exilio autoimpuesto (la tentación de trazar paralelas a la misma vida del autor es virtualmente irresistible). “La falsedad” es una palabra que exploraremos con más detalle  posteriormente, pero por ahora sólo diré que es una palabra que sirve para describir a las personas que son inconsideradas, vanas, preocupadas por la posición social, egoístas y usualmente exitosos intelectual o financieramente. La percepción de Franny de la falsedad del mundo a su alrededor, incluyendo la suya misma, como la vacuidad de sus relaciones, crece a tal punto que no puede ver nada más ni seguir luchando. Pero su alejamiento de sí misma es su mayor problema. Ella es actriz de oficio y ahí, sobre todas las cosas, está confrontada con la vanidad y falsedad del mundo. Por lo que renuncia a la actuación, pero no puede reconciliarse con su decisión. Al final su hermano Zooey, la llama “haciéndose pasar” por su hermano mayor y mentor Buddy, la conduce a la realización de que al servir a los farsantes, los banales, y los vanos (la mujer gorda) está ciertamente sirviendo a sus más elevados ideales, sirviendo a Cristo.

Exactamente ahora debería, si fuera a ser no solamente honesto sino exhaustivo, describir con detalle la relación de Salinger con su interés en el estudio de las religiones orientales. Ya se ha mencionado un koan Zen, en las creencias y enseñanzas de “Teddy” Vedic son referidos con algo de convicción, y Franny y Zooey parecen confiar fuertemente en el Bhagavad Gita a pesar de la obvia referencia a Mateo 26 al final. Pero no quiero ahondar en esto. Y no sé que valor puede tener en mi punto. La tentación sería preguntar, “¿Salinger está reiterando aquí simplemente las enseñanzas de las religiones orientales o es éste el mismo Salinger? Sería más tentador el tratar de expulgar una influencia de otra mientras leemos su ficción. Pero creo que esa es completamente la ruta equivocada. Mi suposición es que Salinger encontró algo que le habló a un ya profundamente sujeto sistema de valores y comenzó su estudio de las religiones orientales. Por lo tanto la respuesta a la pregunta “o” presentada arriba tendría que ser “sí”.

Después de releer Franny y Zooey creo que comprendo mejor lo que mi amiga trataba de comunicarme hace doce años. Partes de la carta de Franny a su novio Lane suenan casi como repeticiones literales de afirmaciones que mi esposa me ha hecho en el pasado sobre “no analizarlo todo, (especialmente a mí)” y el disgusto de Franny con “la falsedad” refleja el mío propio, especialmente en esa etapa de mi vida. Franny y Zooey es una historia (son historias) sobre vivir con ideales en un mundo que los viola constantemente. Y aún más importante, vivir con ideales cuando eres lo suficientemente perceptivo  para ver cómo tu propia vida es en muchas formas una violación de lo más preciado que posees. Yo me aproximé a El Guardián en el centeno con esta predisposición y me ha servido bien, porque muchos de los temas explorados en Franny y Zooey se reflejan en El guardián.

No voy a desarrollar una comparación entre los dos trabajos más allá de sólo decir que ambos libros parecen estar escritos sobre idealistas frustrados que tienen problemas para enfrentarse con las sociedad. Y que los protagonistas en ambas historias se retiran de la sociedad como resultado. Vi por primera vez este tipo de personajes en Franny y Zooey, y percibirlos ahí me ayudó a comprender El guardián.

Necesito partir hablando de El guardián en la forma completa de un hombre de sección, sin embargo. Y esto significa hablar sobre los “hechos” del libro. No la historia del libro, per se; no las controversias y los intentos de prohibición, o la bizarra atracción que el libro ejerció por lo menos en dos bien conocidos asesinos (“La conspiración” de Mel Gibson tuvo mucho de donde cortar con ella, usando este hecho como medio para tentar a la audiencia a pensar como el personaje de Mel Gibson), sino los hechos tal y como se presentan a lo largo del libro. Dónde está Holden y quién es. Qué está haciendo mientras escribe el libro. Qué son exactamente los eventos que está narrando. Porque el libro está escrito conscientemente desde un punto varios meses después de los eventos descritos en él. ¿Dónde está Holden cuando él está escribiendo, y a quién le escribe? Los hechos narrativos son la base para el significado de la narración; así que, para mí, los hechos siempre son el punto de partida.  Fuera de eso, confiar en un comentarista para explorar debajo de la superficie de una historia sin comprender la superficie es como confiar que un mecánico repare su transmisión cuando no puede decidir dónde poner la llave. Así que empecemos desde el principio.

Página uno. Línea de entrada. Suena cómo si la narración fuera una respuesta a una pregunta. ¿Cuál es la pregunta? ¿Qué es lo que probablemente “Yo/él-ella-ellos/tú” quieren oír? (Pregunto esto asumiendo que la línea de entrada sea de alguna manera más que solo un artilugio retórico usado en una conversación normal. El punto es, que aún como un artilugio retórico utilizado en una conversación normal, es aún una respuesta a una cuestión). Holden asume que una respuesta completa requerirá un extenso recuento biográfico, “toda esa basura tipo David Copperfield”. Se niega a hacerlo por bastante buenas razones —no tiene ganas de hacerlo, es tedioso, y a sus padres nos le hubiera gustado. En cambio, decide contarnos “sobre esas cosas de dementes que me sucedieron por Navidad justo antes de que cayera bastante bajo y tuviera que venir aquí y tomármelo despacio.” Ya que Holden nos dice más tarde que su hermano D.B. vive cerca en Hollywood y lo visita “prácticamente cada fin de semana,” podemos asumir sin temor a equivocarnos que está en algún lugar al sur de California.

Antes de irse a California, Holden estudiaba en la escuela Pencey Prep en Agerstown, Pennsylvania. Él vive en Nueva York, y la historia cubre el tiempo que Holden pasó desde su último día en Pencey Prep hasta que regresó a su casa en Nueva York. La narración comienza cerca de las tres de la tarde del sábado “del gran juego”, el último juego de la escuela de la temporada de fútbol americano.  Debido a una pelea con su compañero de cuarto (y otro cierto número de factores), Holden decide dejar la escuela tarde el sábado por la noche, tal vez incluso muy temprano el domingo por la mañana. Ha sido expulsado de la escuela por reprobar cuatro de sus cinco materias (inglés es la excepción), y no quiere molestar a sus padres. Así que decide que no está obligado a ir a casa hasta el miércoles y tiene algo de dinero, decide “tomar un cuarto en un hotel en Nueva York —algún hotel muy barato y todo— y sólo pasársela tranquilo hasta el miércoles.” Holden no llega hasta el miércoles. Va a casa el lunes. La narración abarca de la tarde del sábado a la del lunes.

La frase, “tuve que salir aquí y tomármela despacio”  apunta a la posibilidad de que Holden está en alguna clase de institución. Hay más evidencia en la página 5, “Soy un verdadero fumador empedernido, para empezar —quiero decir, solía serlo. Me hicieron dejarlo.” Dondequiera que esté, ha sido forzado a dejar de fumar. Y entonces, “también es así como prácticamente me contagié de tuberculosis y vine aquí para todas estas malditas revisiones y demás.” De tal manera que es forzado a dejar de fumar y está recibiendo atención médica en donde esté. Luego al final del libro, “mucha gente, especialmente este tipo psicoanalista que tienen aquí, sigue preguntándome si me voy a aplicar cuando vuelva a la escuela en septiembre.“ Por lo tanto, ha sido forzado a dejar de fumar, está recibiendo atención médica, y ha sido entrevistado por un número de personas, por lo menos uno de ellos un psicoanalista. Si yo fuera a formar una hipótesis sobre los “hechos” detrás del libro, diría que el libro está escrito en respuesta a una pregunta hecha por alguien a quien le preocupa Holden en la institución al sur de California (probablemente algún tipo de sanatorio), supuestamente por el bien de sus problemas pulmonares. “¿Qué te hiciste a ti mismo, muchacho?” Yo consideré brevemente que Holden pudo haber estado escribiendo la historia para su hermano D.B., pero las referencias de él en tercera persona en los capítulos 1 y 26 eliminan esa posibilidad, especialmente en la primera línea del primer capítulo, “quiero decir que es todo lo que le dije a D.B., y él es mi medio hermano y todo.” El libro que conocemos como El Guardián en el centeno es, dentro del contexto de la novela, el segundo relato de Holden de los eventos contenidos dentro del libro, D.B. recibe el primer relato probablemente cuando Holden llega a California.

¿Qué edad tiene Holden? Lo dice en el capítulo dos, “tenía dieciséis entonces [durante los eventos narrados], y tengo diecisiete ahora...” Los eventos de la novela sucedieron después del fin del primer semestre de su penúltimo año en Pencey Prep, a finales de diciembre. Se supone que D.B. va a llevarse a Holden a casa “el próximo mes quizás,” pero aún está anticipando volver a la escuela “el próximo septiembre (capítulo 26). De tal manera que septiembre aún suena un poco distante. Puede ser que el tiempo que Holden hubiera pasado normalmente en la escuela de enero a mayo o junio lo pasó en una institución en California.

¿Lo ven? Les dije que era un hombre de sección.

 ***

“No sé ni siquiera de qué estás hablando” dijo la vieja Sally. “Saltas de uno—“ (131).

¿Quién es Holden? Mencioné la honestidad de su voz anteriormente, déjenme hablar de su voz de nuevo. El guardián es un diario narrativo escrito en primera persona. Holden tiende a hablar en ciclos. Comenzará sobre un tema que es relevante a la línea narrativa principal, luego un detalle le recordará algo distinto, y hablará de eso por un rato. Incluso a veces divaga de sus divagaciones. Pero siempre regresa a la línea narrativa principal. La frase  “como sea” abre un párrafo tres veces en el primer capítulo y se encuentra a la mitad por lo menos de uno, cada vez señalando un regreso a la narración principal después de una digresión. Lo que es interesante es que Holden habla específicamente sobre este hábito positivamente durante sus conversaciones con el Sr. Antolini.

“Oh, no sé. Ese asunto de la digresión me irritó. No sé. El problema conmigo es, que me gusta cuando alguien divaga. Es más interesante y todo” (183). Es una técnica que le ganó una “D+” a Richard Kinsella en expresión oral, es un hábito que fastidiaba o asustaba a Sally Hayes, pero es la manera en que Holden piensa y le gusta pensar. ¿Qué significa este hábito? Creo que es una señal de que el hablante está haciendo lo que hace por amor, no por pretensión o formalidad. “No tenía mucho que ver con la granja —lo admito— pero era agradable.” O, más al punto, “Lo que pienso es que, se supone que dejes a alguien si está por lo menos siendo interesante y emocionándose sobre algo. Me gusta cuando alguien se emociona por algo. “ Dentro del contexto de una clase de expresión oral, esta experiencia denotaría la pérdida de la conciencia de uno mismo y la abstracción en el tema a la mano.

Esta calidad de pérdida de sí mismo en una tarea es apoyada y alabada en por lo menos una que otra viñeta en El guardián (y como una persona en Bananafish me lo indicó, la novela es episódica por naturaleza). Holden está describiendo un programa navideño en el Radio City Music Hall y en su opinión , “ la cosa que realmente le hubiera gustado a Jesús sería el tipo que toca los timbales en la orquesta... Sólo tiene una oportunidad de golpearlos un par de veces durante la pieza completa, pero nunca se ve aburrido cuando no lo está haciendo. Entonces cuando sí los golpea, lo hace tan agradable y dulcemente, con esta expresión nerviosa en su rostro” (138).  Holden —y el resto de su familia, de hecho— es atraído por el músico que toca los timbales por la autoeliminación que demuestra al manejar una parte relativamente pequeña con extrema seriedad. Es un símbolo de humildad y amor por la tarea en sus manos. Si fuera a enfatizar una cosa en todo este párrafo sin embargo, el énfasis radicaría en la pérdida de sí mismo en vez de la tarea en sus manos. No importa que “instrumento” se utiliza para lograr la pérdida de sí mismo. La meta es lo importante.

Comprender lo que se está afirmando positivamente (a pesar de que esto raramente  pasa por la novela) hace más sencillo entender la naturaleza de la falsedad la cual es el objeto de la continua mordacidad de Holden. Si la pérdida de sí mismo es atractiva, los farsantes se encuentran llenos de sí mismos. La palabra “farsante” por sí misma se refiere a la falta de sinceridad, pero esta falta de sinceridad viene de una fuente específica. Ya sea que fuera la vana autoabsorción de Stradlater, el discurso de capilla autosuficiente del Sr. Ossenburger, o las gracias sociales de autoservicio de Lillian Simmons, Holden es confrontado consigo mismo a dondequiera que voltee. Cuando Holden observa a una persona inflándose de pretensión y vanidad los cataloga como “farsantes”. Así que no es solamente falta de sinceridad. Es insinceridad que brota de un deseo de apoya un ser vacío, un ser cuya pobreza se origina de la absorción de sí mismo y la falta de interés por los demás. Una falta de interés, de hecho, no solamente por otras personas, sino por cualquier “otro”, cualquier tarea, cualquier ideal, cualquier convicción.

El otro término sarcástico favorito de Holden es “idiotas”. La palabra “idiotas” denota obviamente estupidez de algún tipo, pero Holden está interesado en una clase particular de estupidez. Ackley es el modelo de idiota en El guardián. No creo que el término se aplique directamente a Ackley en ningún punto de la narración, pero cuando es usado parece que lo fuera para los personajes que muestran características similares a las de Ackley. En un punto en la historia Ackley entra a la habitación de Holden, y “en vez de sentarse sobre el brazo del sillón de Stradlater, se acostó en mi cama, con su cara directamente sobre mi almohada y todo. Empezó a hablar con esa monótona voz, y a exprimirse todas las espinillas. Le mandé mil indirectas, pero no pude deshacerme de él” (37). Ackley se gana el honor de ser el idiota paradigmático no por sus obviamente desagradables características sino por su necia falta de percepción de los efectos de sus acciones sobre los demás. Para decirlo de la manera más contundente posible, Ackley es un idiota por no considerar que alguien más va a poner su cabeza sobre la almohada en la que se está exprimiendo las espinillas. Sólo ve “fuera de” su punto de vista, y es incapaz de verse a sí mismo desde el punto de vista de otros. Daña a los demás como resultado, pero no necesariamente con deliberada malicia. Es más por estúpida insensibilidad. En este caso, como con los “farsantes”, la raíz del problema se encuentra en el hecho de que otros no existen realmente para el ser fallido.

Por lo que el mundo que Holden habita es de farsantes e idiotas. No es de sorprenderse que tenga problemas, y aún menor sorpresa es que la pregunta específica de Phoebe a Holden de si había o no alguien que le agradara o algo que deseara hacer. La respuesta de Holden fue que quería “ser el guardián en el centeno,” un centinela parado en guardia de los niños que juegan en el campo de centeno, supuestamente guardándolos de cruzar el borde y caer en una farsante e idiota adultez. Esto no es muy diferente del deseo de Holden de  borrar todos los “chinga tu madre” de cada muro en Nueva York. Lo perturbaba que alguien escribiera eso sobre la pared (eso, particularmente, algún idiota escribió eso sobre el muro). Le perturbaba que niños pequeños que anduvieran por ahí en el museo pudieran verlo. Sí, Holden en efecto cita erróneamente el poema de Burns que proporciona el título de la novela. De hecho, es la misma cita errónea la que le da el título. Pero lo hizo porque escuchó a un niño citando el poema incorrectamente hace no mucho tiempo. Si el mundo fuera dividido limpiamente entre los idiotas y los sinceros, de cualquier manera, Holden sería capaz de cierto tipo de integración simplificada. A él le agradarían simplemente muy pocas personas y dispararía clips a quienquiera entrara a utilizar la copiadora de la oficina. Pero Holden es demasiado profundo para eso.

Para complicar más las cosas, la percepción de Holden no está limitada al lado desagradable de la gente a su alrededor. Holden lo sabe, en un nivel más profundo que su enfado, se interesa por la gente que lo está haciendo tan miserable. Esa puede ser la fuente de lo que él llama su “cobardía” a lo largo de la novela, pero llega conciente y claramente al final, “todo lo que sé es, que de cierta manera extraño a todos de los que he hablado. Aún el viejo Stradlater y Ackley, por ejemplo.” Holden se acerca más a su autopercepción de su punto de vista en sus meditaciones sobre Harris Macklin. Inicialmente ve a Harris como uno de los millones de tipos “que siempre habla de cuantos kilómetros les dan sus malditos carros por litro... que se quedan endemoniadamente adoloridos e infantiles si les ganas en el golf... que son muy mezquinos... que nunca leen libros... que son muy aburridos” (123). Pero entonces recuerda que gran silbador era Harris, y sus conclusiones son, “no lastiman a nadie, la mayoría de ellos, y tal vez secretamente son magníficos silbadores o algo parecido. ¿Quién demonios sabe? Yo no.” Los pensamientos de Holden aquí son un destello de luz en un cuento muy oscuro porque está dispuesto a considerar, sólo por un momento, que la mayoría de los idiotas y farsantes del mundo pueden tener fondos que él no puede sondear, algo humano que ha sido suprimido por una razón que él no puede ver.

Al tiempo que pierde el control de su percepción se aleja más y más hacia el aislamiento y finalmente quiere escapar por completo de la sociedad. Phoebe, su hermana, la niña, lo alcanza al final y evita que se vaya de Nueva York en un exilio autoimpuesto y que nunca regrese a casa. De nuevo, Holden está escribiendo su historia mucho después de los eventos que están siendo narrados. Ya que el estado emocional de la narración no parece diferir del estado del protagonista, Holden escribe El guardián desde un punto de vista no tan distinto del que tenía en diciembre cuando los eventos de la novela sucedieron. No es suficiente observar que el narrador y el protagonista son la misma persona. Novelas similares se han escrito en las cuales el punto de vista del narrador (o estado de ánimo) cambia debido a circunstancias de su narración. Mientras no tengamos rostro de C.S. Lewis es probablemente el mejor ejemplo que se me ocurre. Por lo que no creo que se pueda decir que Holden se ha escapado de este dilema. Pero creo que se nos ha extendido algo de esperanza. Ha empezado a extrañar a todos. Ya no quiere huir más de ellos.

Este artículo debía ser supuestamente sobre “la experiencia de la ficción” y he escrito casi un árido análisis. El árido análisis fue, en mi caso, mi experiencia de la ficción. Soy un comedor de manzanas ¿recuerdan? Y estoy tan consciente del tono presuntuoso del principio como ustedes lo están.  No es que haya hecho inteligentes observaciones, es que me he visto hacer inteligentes observaciones y disfrutarlo. Tal como los Lunts con su actuación. Ahora que he confrontado mi falsedad (y si me siento como para hacerlo, también he sido un idiota muchas veces) ¿qué voy a hacer con esto? Nada probablemente. Soy lo que soy. Pero si conozco lo que soy tal vez pueda vivir con otros siendo quienes son. No es que el mundo no cumpla con mis expectativas. Y se trata de encontrar el amor y la aceptación dentro del contexto de ese fracaso.

Eso comienza usualmente estando dispuesto a darlo tú mismo. Si un cuerpo se encuentra con un cuerpo atravesando el centeno...

Paula Zulaica (traductora)


[1] N. del T. section man en el original se le designa a los estudiantes de postgrado que asisten a los catedráticos a dar sus clases, estas se dividen en secciones. Este era el término que Franny utilizaba para designarlos, siempre en forma peyorativa. 

Jim Rovira can be reached at JRovira@juno.com

Click here to go to the official Bananafish homepage:

http://slf.gweep.net/~sfoskett/jds/index.html

or here to join the Bananafish mailing list to discuss the works of J.D. Salinger:

http://www.nyu.edu/acf/staff/oconnort/JDS/bananafish.welcome.html