Nuestro hombre en Raleigh

Calvin Stacy Powers

 

El tabaco llegó a Inglaterra hacia 1586 supuestamente gracias a Sir Walter Raleigh. Tras recibir su título de caballero en 1584, la reina Elizabeth I, que le tenía en gran estima, lo envío a la primera de sus tres expediciones a América. Fue allí donde observó que los nativos americanos utilizaban una pipa para fumar las hojas de la planta del tabaco. La hierba se convirtió en un artículo de gran valor además de un símbolo de amistad. Así la corte de Elizabeth adquirió la costumbre, bajo la influencia de Raleigh, y hoy en día se pueden admirar cuadros de la reina Elizabeth portando un pequeña pipa.

 

La hermosa hoja dorada

Siempre me ha fascinado la geometría de los quebrados, el campo matemático centrado en la noción de que a veces un objeto puede parecer más o menos igual independientemente de su mayor o menor distancia. Si miras una nube sin tener ningún punto de referencia alrededor, es muy difícil determinar a que distancia está ya que las grandes nubes ondulantes de vapor giran y se encrespan exactamente como las pequeñas. Las matemáticas quedan fuera de mi capacidad de comprensión pero la idea es muy poderosa y sugerente. Ahora bien, ningún campo matemático es útil a menos que contribuya a describir algo del mundo real, y lo mismo se aplica a la geometría de los quebrados. Y aquí radica la atracción. ¿Es posible averiguar algo sobre el mundo simplemente observando lo que me rodea?. ¿Puedo aprender una lección sobre las fuerzas sociales que determinan el país mirando por la ventana de mi coche camino al trabajo? Tal vez sí, tal vez no. La semana pasada mientras me dirigía al trabajo me desbordó una tremenda ola de reconocimiento cuando pasaba cerca de campos de tabaco recién plantado.

Me considero muy afortunado de poder residir en Carolina del Norte, un hermoso estado, con un profundo sentido de la historia y una mirada optimista sobre las oportunidades que deparará el futuro. Vivo en una comunidad suburbana llamada Cary, situada justo a las afueras de la capital, Raleigh. A Cary se le critica su talante en demasía aburrido y corriente. Diantre, también yo me siento así de cuando en cuando. A veces diría uno que el Ayuntamiento de Cary ha dictado una ley ordenando que cada casa sea de color tostado y que tenga exactamente siete arbustos y un cornejo en el jardín delantero, o puede ser una secoya o un roble si se siente uno especialmente atrevido.

Todos los establecimientos en Cary cierran a las 22.00: cierta noche un policía me paró al pasar, sospechosamente tan tarde, por el centro de préstamos de la biblioteca para devolver un libro. Por otro lado, Cary es segura, con un envidiable bajo nivel de criminalidad. Los colegios son buenos, las carreteras están bien cuidadas y el agua es limpia y barata. En términos generales, es un lugar placentero donde vivir, y la gente aún tiene una actitud afable y amistosa. Incluso aquellos irritantes norteños que se mudan a esta zona se suavizan en gran manera tras un par de años. Es una ciudad extremadamente conservadora donde las desviaciones de la norma se perciben con una ceja enarcada, pero también es conservadora de una forma positiva.

Trabajo para una empresa informática en "El Triángulo de la Investigación", una área situada en el centro del triángulo formado por Raleigh, Durham y Chapel Hill, donde muchas compañías especializadas en altas tecnologías como ordenadores y productos farmacéuticos poseen importantes centros de desarrollo. Empresas informáticas, tanto grandes como pequeñas, están produciendo absolutamente todo desde los juegos de consola de la próxima temporada hasta la nueva generación del Internet. Gigantes del mundo farmacéutico prueban metódicamente nuevos tratamientos para casi cada dolencia imaginable: enfermedad de Alzheimer, SIDA, colesterol alto, anemia de células falciformes, etc. El área constituye también uno de los centros nacionales destacados de investigación médica con el conocido Centro Médico Duke y el Centro Médico de la Universidad de Carolina del Norte. Hasta sectores como la industria textil, que no se consideran generalmente grandes inversores en materia de investigación y desarrollo, tienen instalaciones en "El Triángulo".

Cada mañana los habitantes de esta zona se despiertan en sus barrios seguros, conservadores y suburbanos y conducen hacia sus empleos en el triángulo para así contribuir a la construcción del futuro. Bueno, tal vez pueda sonar un poco melodramático pero así se hace una idea. Y no pude evitar preguntarme si este cachito de "objetos de la herencia americana" que considero mi casa no es, en cierta manera, un pedazo del sueño americano asomándose a través de la realidad. ¿No sería un símbolo de cierto objetivo tácito y común que subyace en todos nuestros actos? ¿Hasta que punto puede uno mirar este estilo de vida y ver el resto de los EE.UU.?

Aún pudiendo tildarlos de egocéntricos y arrogantes, éstos eran mis pensamientos cuando vi los campos de tabaco.

La experiencia del tabaco

El trayecto de mi casa a mi trabajo atraviesa varios extensos campos de tabaco cultivados por agricultores de la zona y siempre disfruto observando el progreso de la cosecha anual de tabaco al pasar cada mañana. Si nunca ha tenido la suerte de poder ver un campo de tabaco, me temo que tendrá que aceptar mi palabra cuando afirmo que la planta del tabaco es una de los cultivos más hermosos que existen cuando está creciendo en el campo.

Se empieza con un campo vacío, totalmente labrado, que deja ver únicamente la rica arcilla roja de Carolina, la misma que se utiliza para hacer ladrillos y jarras de alcohol destilado de Carolina, y después se ara formando surcos de tierra, tarea que toma cerca de una jornada. Entonces los agricultores plantan las plántulas de tabaco en los surcos de tierra. Disponen de máquinas especiales arrastradas por tractores que cogen cada plántula y la plantan en la tierra a la distancia adecuada. Pero según parece, alguien debe acabar el trabajo a mano, verificando personalmente cada plántula. En cualquier caso, durante unos días se pueden ver éstos campos inmensos de arcilla rojiza y anaranjada, con las plántulas verdes perfectamente colocadas.

No podría decir en que momento preciso ocurre, creo que hacia finales de la primavera, cuando el termómetro empieza a subir y se esperan jornadas muy soleadas. Sí puedo afirmar que el tabaco crece increíblemente rápido. En lo que canta un gallo, los campos están cubiertos por plantas que te llegan al pecho. La calidez del paisaje rojizo-anaranjado da paso a un refrescante y exuberante verde. La planta del tabaco se alza alta y tiesa pero es toda hoja. Enormes hojas con forma de lanza, apiladas una sobre otra desde el suelo, casi como los pétalos de una flor.

Cuando las plantas del tabaco alcanzan la altura del pecho producen unos brotes con pequeñas flores blancas en el extremo superior, el toque perfecto para los campos verdes y abajo la arcilla rojiza-anaranjada. Las plantas permanecen así cosa de unas semanas hasta que cierto día al parecer los agricultores podan los brotes. Nunca he visto a nadie haciéndolo, diría yo que desaparecen de un día para otro, justo cuando hacen su aparición en los campos las cuadrillas de trabajadores temporeros.

Con el tiempo las hojas comienzan a amarillear. Por alguna razón, las primeras hojas que cambian de color son las inferiores. Tampoco sé como los agricultores intuyen que ha llegado el momento adecuado para cosechar el tabaco, y con él llegan también más cuadrillas de trabajadores temporeros. Es necesario recoger el tabaco a mano pues las plantas se cortan casi a la altura del suelo. De allí las plantas se llevan al almacén de secado donde tras ser clavadas a un largo palo de madera se cuelgan. En el almacén las plantas pasan del verde al amarillo hasta alcanzar un lustroso y dorado tono marrón. En algún momento del otoño, los agricultores llenan sus camiones con grandes montones de tabaco y lo llevan al mercado.

Aquellos que no hayan tenido esa experiencia probablemente no me creerán pero aún siendo un no fumador encuentro que el olor de tabaco curado es maravilloso. Tal olor da cuerpo a la expresión: "buena tierra". Al oler el tabaco vienen a la mente imágenes como la naturaleza, el sol, las plantas y el milagro de la clorofila. Aún existen plantas procesadoras de tabaco en el corazón de Durham, creo propiedad de Ligget-Myers, y en ciertos días de otoño el aroma campestre del tabaco curado cubre todo el centro. ¡Huele a gloria!. Todo el mundo debería sentirlo al menos una vez.

Y mientras estaba meditando sobre las implicaciones sociales que conlleva vivir en una ciudad conservadora y a la vez ganar mi pan trabajando en el futuro, tuve la imperiosa necesidad de argumentar la cuestión del tabaco. De cierta forma, era una pieza del rompecabezas, ya que si era una porción de "memorabilia americana", el tabaco tenía un papel que desempeñar. Es un tema demasiado imponente para ser ignorado o demasiado hermoso para ser descartado.

El tabaco es fundamental

A primera vista uno puede pensar que, aún en términos metafóricos, no hay lugar para el tabaco en Nuestro Moderno Estilo de Vida. Salvo futuros descubrimientos sobre el uso medicinal o industrial del tabaco, es difícil imaginar que el tabaco no será extirpado en nuestra época. En una cultura que no acepta el olor corporal, donde la limpieza ha alcanzado el estatus de culto, donde cada cosa debe ser apretada, sujetada, y puesta en su sitio, donde todo debe estar inoculado, inspeccionado e inventariado, y donde "higienizado para su protección" ha conseguido impregnar nuestra manera de ser, es difícil suponer que el tabaco sea tolerado. "El tabaco es adictivo y perjudicial", dice la opinión tradicional, "y por ello, debe ser erradicado".

Ciertamente aquellos que saben manejar los medios de comunicación cual marionetas piensan así. En los pasados meses, cuantas veces hemos oído a un "busto parlante" hacer la siguiente pregunta: "¿Cuál debería ser la política nacional de control del tabaco?". Percátese que dicha pregunta asume la existencia de un acuerdo tácito sobre la necesidad de controlar el tabaco. Querrían que usted creyera que la única cuestión pendiente se refiere al medio más certero de "controlar" el tabaco.

La situación se complica más por el hecho que uno de los mayores programas de protección social del gobierno, Medicaid, tiene serios problemas financieros. Tanto políticos como economistas de control de gastos están desesperadamente tratando de encontrar abultados fondos que saquear para así poder ocultar el hecho que Medicaid está al borde de la insolvencia.

Harán lo imposible para impedir que el público llegue a pensar que la causa de los problemas de Medicaid está directamente relacionada con la ineficacia y el carácter burocrático de los programas gubernamentales. Lucharán hasta el final para evitar que la gente opine que tal vez la nación pueda ayudar a los necesitados sin un Programa Federal. No se detendrán ante nada para evitar que la gente considere que tal vez el control gubernamental de la sanidad sea el responsable del constante y vertiginoso aumento de los costes sanitarios. Con el fin de frenar estas ideas impensables el gobierno está haciendo horas extras para así convencer a la nación que los responsables de la crisis de Medicaid son los problemas sanitarios derivados del tabaquismo y que por ello es moralmente correcto obligar a la industria tabacalera a que mantenga el programa Medicaid a flote.

Las compañías aseguradoras se ganan la vida estudiando tendencias a largo plazo y utilizando estadísticas para predecir lo que le va a ocurrir a la gente y su periodicidad. A partir de ello basan sus primas en aquellas previsiones de tal forma que puedan cubrir sus futuras reclamaciones, además de obtener beneficios. Si las compañías aseguradoras pueden hacerlo no veo porque no puede también conseguirlo el gobierno. Si el programa Medicaid no es solvente financieramente, ello es debido a que sus administradores no acertaron a pronosticar las tendencias a largo plazo o simplemente dieron más a pasados demandantes de lo que podían costear. En cualquier caso, acusar al tabaco y a las enfermedades consecuencia del tabaquismo de la crisis de Medicaid del país es culpar al síntoma no a la enfermedad. La cifra de fumadores en Estados Unidos ha descendido lentamente durante las pasadas décadas, así que, en todo caso, Medicaid debería tener un superávit ya que el total de enfermedades relacionadas con el tabaquismo también debería disminuir.

Pero todo el mundo se muere de algo

Imagínelo, si el gobierno pudiera evitar que la gente falleciese, podría coger todo ese dinero de Medicaid y gastárselo en otra cosa. Tan idiota como pueda sonar, ésta parece ser la idea subyacente en el discurso del grupo de presión antitabaco y del gobierno. Pero pase lo que pase al final de nuestras vidas, nuestros cuerpos van a debilitarse y con el tiempo desfallecerán. Y dado que somos seres humanos, siempre nos batiremos. Siempre lucharemos por alargar nuestras vidas. Siempre querremos invertir dinero en nuestra salud a través de la medicina preventiva o del tratamiento médico. Esta lucha no cambiará un ápice si el tabaco es eliminado mañana. Tampoco se solucionará la crisis de Medicaid si el tabaco es erradicado del planeta, lo único que se conseguirá es dejar a mucha gente sin uno de sus vicios agradables.

Porque aunque fumar sea considerado perjudicial y adictivo, sigue siendo una costumbre placentera para gran parte de los fumadores. Se dice que cada vez que alguien fuma un cigarrillo pierde siete minutos de vida. ¿Y qué? Si un hombre elige dar siete minutos de su vida a cambio de disfrutar un buen puro sentando en el porche con sus amigos, ¿acaso ha tomado una decisión errónea? Tal vez... ¿Es imprudente? Quizá... ¿Pero no es decisión suya? ¿Quién puede ser tan arrogante para intentar dirigir la vida de ese hombre, cambiar sus costumbres y forzarle a hacer "lo mejor" para él?

Como ardiente liberal en el mejor y más veraz sentido del mundo, nunca osaría tener derecho a adivinar en su nombre las preferencias un fumador. Por supuesto, si alguien pidiese mi opinión sobre este tema, le recomendaría seriamente que no fumase, ahora bien, cada persona tiene el derecho de elegir sus propios vicios. Y si Medicaid no puede mantenerse en pie, debería ser abandonado y reemplazado por compañías de seguros privadas que evidentemente parecen ser capaces de responder a las reclamaciones contra sus pólizas, manteniéndose solventes a pesar de todo. Y si los fumadores no encuentran a nadie que los asegure, ése es su problema. Es el precio de su elección. Es moralmente incorrecto intentar quitarle a la gente el libre albedrío e independencia únicamente para mantener a flote un programa federal en bancarrota.

Y según conducía por la carretera observando esos magníficos campos de tabaco creciendo exuberantes y verdes bajo el fuerte sol de Carolina, me di cuenta que el tabaco encajaba en el rompecabezas dado que representa los caminos que elegimos. El rico y campestre aroma del tabaco curado nos recuerda que la vida es una experiencia, no un complicado juego de factores de riesgo a evitar. La vida no es íntegramente un juego de construir un lugar seguro donde vivir, ni únicamente una carrera sin fin hacia el futuro. A pesar de que ambas son partes igualmente importantes de la vida, otra parte igualmente esencial y válida de la vida es elegir nuestras indulgencias por el camino.

Puede ponerse en contacto con Calvin Stacy Powers en powers@ibm.net