Metamorfosis de los rostros del riesgo:
Hipertexto y edición en la "cultura digital"
(Apuntes en torno a la convergencia comunicativa)
por Marta Graupera Sanz
Revisor: Malcolm Lawrence
Indice
1. Introducción
2. Entorno digital
3. De la página Gutenberg a la página Web
4. Soledad social
5. El hipertexto y la hiperficción
6. Hipertexto, publicaciones periódicas, investigación y docencia
7. La edición ante la libre circulación de información
8. Periodismo on line. ¿De la información al conocimiento?
9. Tiempos del final equívoco
Referencias
Páginas Gutenberg
Páginas Web
"El código de la comunicación podría ser llamado también código de la destinación. La comunicación tiene que ser entendida en un sentido restringido; no cubre toda la significación que hay en un texto, menos aún su significancia; designa solamente toda relación que en el texto está enunciada como un dirigirse a alguien [adresse] (es el caso del código "fático", encargado de acentuar la relación entre el narrador y el lector, o como intercambio." -- Roland Barthes, Ensayos críticos
"Imagine sailors who, far out at sea, transform the shape of their clumsy vessel from a more fishlike one. They make use of some drifting timber, besides the timber of the old structure, to modify the skeleton and the hull of their vessel. But they cannot put the ship in dock in order to start from scratch.
During their work they stay on the old structure and deal with heavy gales and thundering waves. In transforming their ship grows out of the old one, step by step -and whilen they are still building, the sailors may already be thinking of a new structure, and they will not always agree with one another. The whole business will go on in a way we cannot anticipate today. That is our fate." -- Otto Neurath, Foundations of the Social Sciences*
1. Introducción
La presente investigación se centra en las posibilidades del hipertexto y la edición on line pero teniendo muy en cuenta el macroentorno cultural en el que se desarrollan las transformaciones sociales, económicas, científicas, tecnológicas, etc.
Anticipo de entrada una de las conclusiones mayores de esta indagación (las restantes son de fácil localización a través del texto). El "salto" tecnológico actual cuestiona la capacidad de adaptación humana; ante los desequilibrios suscitados entre ambos, es patente la necesidad de desarrollar nuestras capacidades multidisciplinares.
2. Entorno digital
El monitor de un ordenador es una extraña claraboya en la que atisbamos nuestros proyectos y los ajenos en un curioso proceso de "introspección colectivista", según dice Paul Virilio. El ordenador era un instrumento de trabajo hasta que se comenzó a conectar con otros pasando a formar parte de una comunidad que abarca el mundo entero casi (¿y los analfabetos digitales?), una red que cubre -con mayor o menor densidad- la superficie terrestre. Ese monitor no es exclusivamente ventana, sino también acceso. Internet va siendo entendida como espacio lleno de caminos que llevan hasta las puertas de los sitios; cabe preguntarse ¿qué hacemos cuando nos movemos por ella y de dónde partimos? Desde muchos lugares y desde variados ámbitos sociales se declara el comienzo de un nuevo estado de la cultura, el digital.
Una muestra de los que opinan que ese futuro ya es actual nos la brindan las ideas expuestas por José B. Terceiro en torno a un ensayo que ha publicado recientemente: Socied@d digit@l. Del homo sapiens al homo digitalis. Los índices de venta de ese libro en España ponen de manifiesto que aquí existe un interés considerable por el conjunto de temas relacionados con lo que el autor y otros denominan "sociedad digital"; el libro ha tenido una amplia crítica, unánimemente favorable a ambos lados del Atlántico. Recogemos unas palabras del autor en una entrevista:
La conversión del homo sapiens en homo digitalis, ¿es cosa del futuro o ya está aquí? Yo he acuñado la frase "un futuro actual". Ya estamos siendo todos homo digitalis, consciente o inconscientemente, directa o indirectamente. La revolución digital nos está cambiando la vida en todos los órdenes: el cultural, el social, el económico...
Quien esto escribe se adentró en la red en un momento, enero 1999, en el que Telefónica no le proporcionaba estabilidad precisamente. La preocupación generada por la incertidumbre respecto a los enlaces se ha revelado de varias formas en foros variopintos; valgan como muestra unas líneas del editorial de El país digitaldel 20.01.1999 que tienen en cuenta también a los "analfabetos digitales" aludidos antes:
Internet no es un nuevo juguete para cuatro adelantados. Es una herramienta que necesitan cada vez más empresas y ciudadanos y ha de funcionar como una seda. No sólo para atender a usuarios de la red, sino para pedagogía de los demás ciudadanos, que han de tener claro que tarde o temprano el uso de las redes será una frontera entre el desarrollo y la pobreza.
Cuando se habla de globalización o mundialización, no basta atender a la convergencia económica exclusivamente. La "convergencia comunicativa" merece estudio especial pues nadie debiera perderse, pedagogía individualizada mediante, en los entresijos de la sociedad de la información, o digital, o post-industrial, o la cibercultura, o la comunicación inteligente.
La extensión y el enfoque del presente estudio sólo permiten indagar un poco acerca de algunas características de las tecnologías de la información; al paso señalo la insuficiencia de ese tipo de investigaciones cuando hay que preguntarse también por las modificaciones de ideas, hábitos, expresiones y valores que generan además de por los contextos en que han surgido, de por quién o qué las impulsa y qué racionalidad las rige o articula.
A escala planetaria, la sociedad podría desarrollar niveles de organización, de auto-organización para ser más precisos, insospechados y de difícil traza sin recurrir a las teorías de la complejidad. Edgar Morin repara en cómo el revés del desarrollo tecnológico amparado por el "crecimiento del crecimiento" económico genera el problema del desarrollo sostenible, del que muchos se ocupan desde hace unos años y, además, el de la "civilización soportable". Cuestión demasiado desatendida todavía es la de la calidad de vida. Y, llegado el caso de que el tema se aborde, suele olvidarse que los efectos mariposa son cruciales también en la evolución moral individual, en la "construcción" -poco lineal- del sujeto (o de lo que quede de él tras su post-kantiana "muerte" anunciada). Como excepción sirvan las líneas que siguen de J. A. Rivera:
Los efectos mariposa intraindividuales son al menos tan decisivos en la conformación del orden interno de una persona como los supraindividuales lo son para el orden institucional.
La situación controvertida y paradójica que atravesamos se manifiesta abiertamente en los ámbitos culturales (sin atenernos a la división de Snow) en los que el incremento de la complejidad obliga a establecer una nueva concepción del saber para entender lo que la antropóloga Mª Jexús Buxó llama "el problema nuclear de nuestra época: la articulación de la tecnociencia y el humanismo". Dejamos constancia del problema de fondo recurriendo al esbozo con el que Jose Luis Brea, en Nuevas estrategias alegóricas, caracteriza nuestro campo epistemológico comenzando por señalar:
(...) la ausencia de un plano de consistencia capaz de sostener la interacción discursiva.
Es esa ausencia, la ausencia de un horizonte estable de discurso, la ausencia de un paradigma, la que define nuestra posición, la que (...) articula nuestro lugar -no ya en la historia- sino en el Tiempo: un lugar invertebrado, derrumbado, baldío, en el que a falta de referentes de orden, el registro de la sucesión de las formas del hacer, de la tecné parece haberse vuelto impensable.
Impensable en el sentido más fuerte, en el foucaultiano -si se quiere-. Aquel que se refiere a los órdenes del discurso que articulan el acontecimiento y, a la postre, delimitan los campos de lo pensable, incluso de lo puramente visible.
La articulación de la tecnociencia y el humanismo, la "resemantización" reclamada por tantos, se ha convertido en un problema básico de nuestra época. Hay quienes opinan que es necesario
un nuevo diseño cultural que determine las formas de razonamiento y aprendizaje constitutivos de nuestra realidad, en una sociedad donde el conocimiento ya no es un reflejo del mundo, sino de lo que seamos capaces de pensar y no pensar. (...) Bajo el amplio título de Nuevas Tecnologías, las ciencias y las sociedades se cuestionan qué formas nuevas de construcción cultural de la realidad introducen la biotecnología y las tecnologías de la información y la comunicación. Nos enfrentan así a cuestiones relativas a la invención cultural, esto es, a la condición de diseño en el que se combinan idea y acción para construir futuros sociales probables, tanto en la creación de un nuevo orden para la producción de la vida a través de la intervención biotecnológica, como en la creación de una organización cultural global, la mundialización, que sólo es factible con una tecnología de redes telemáticas complejas.
3. De la página Gutenberg a la página Web
Algunos señalan como precedente de Internet la red medieval de monasterios que difundían y copiaban por toda Europa los manuscritos valiosos Para muchos, la revolución que está en marcha es similar a la que se produjo con la aparición de la imprenta. La página Gutenberg tuvo sus detractores en los inicios, como los tuvo la escritura manuscrita. Muchos siglos antes de los reparos que se hicieran a la imprenta (hasta el siglo XVIII no se puede hablar de una cultura tipográfica), también tuvo detractores la escritura manuscrita en sus comienzos: un caso paradigmático es el de Platón, particularmente la postura que manifiesta en la Séptima carta y en el mito de Theuth narrado en el diálogo Fedro: la actitud del filósofo griego ante los textos escritos se centra en la crítica del nuevo invento que conlleva la pérdida de la presencia del autor de unas palabras que, por tal ausencia, ¿podían mantenerse vivas y no perder la riqueza comunicativa original?
Los reparos desaparecen cuando las tecnologías que comportan innovación son asimiladas y, una vez cumplido el imperativo tecnológico (Winner), dejan de ser extrañas y se integran en su entorno. Si toda innovación tecnológica implica invención, adaptación y modificación de los sistemas de conocimiento, creencias y valores, no hay que descuidar cómo se orienta la innovación cultural. Hoy por hoy, Internet sigue siendo fuente y campo de malos entendidos mientras están cambiando nuestras percepciones espacio-temporales, la sensibilidad y la percepción que teníamos de la ciudad y los lugares además de modificando las formas de relación interpersonal y las maneras de idearse una identidad entre interlocutores virtuales tantas veces. Muchos ven como imprescindibles propuestas "de efecto resemantizador".
Asistimos a un proceso de desarrollo tecnológico que se caracteriza por la aceleración de los cambios y parece dirigirnos hacia una sociedad ¿controlada por la mediatización ("sociedad de control o cibercracia") o auto-regulada y creativa?: una Telépolis transnacional.
Uno de los primeros pensadores europeos que se ocupó de la técnica, Ortega y Gasset, consideraba el tránsito de unas a otras formas de relación entre el hombre y la exigencia de adaptarse al medio mediante la técnica prestando atención especial hacia el final de sus Meditaciones sobre la técnica a aquellos procesos que permitían la "acción a distancia". En una curiosa página de esa obra, según Ortega, ya parecía advertirse que la "acción a distancia" no daba a basto en determinado momento (acción posibilitada por la pólvora, la brújula, la imprenta y el compás), "actio in distans que es el subsuelo de la técnica actual".
A comienzos de siglo "la realidad" (lo que está en disposición de ser compartido colectivamente, "lo asequible" según Raymond Williams, o, como dicen desde hace unos años los sistémicos, como el producto de la comunicación humana) se escapaba. Difícil descripción para el estupor de entonces y más complicada para el actual. Sigamos los apuntes atinados y concisos de Alejandro Gándara:
Vía epistemología o vía civilización, el convencimiento de que hay algo ahí fuera, objetivo y compartido, se diluye en una marea de subjetividad, de redefinición constante. (...) El pensamiento empieza a preguntarse por lo que está mal, por lo que está mal en todas partes y, sobre todo, por lo que está mal en el interior de los viejos ideales, en el interior oscuro de la naturaleza humana. Antes había algo diáfano, luminosa y linealmente perceptible ahí afuera. Ahora, hay algo oscuro, indescriptible, aquí dentro. Las dos guerras mundiales, más allá de sus causas congénitas, arrastran esta incógnita como una enfermedad y, lejos de resolverla, la conflagración la extenderá como el humo de la pólvora a lo largo del siglo. El Progreso ha muerto, la vida como la hemos vivido hasta ahora, ya no tiene sentido: ¿hacia dónde mirar? La página de Gutenberg brilla porque oculta, no porque revele.
Cabe decir lo mismo del estupor de ahora y de la página Web, a propósito de Heráclito: brilla porque oculta, no porque revele. Reflexiona Gándara sobre cuatro movimientos narrativos referentes a la descripción en los cuales los narradores se cuestionan cómo enfrentarse a lo de "ahí afuera"; en los cuatro tipos, "la desfiguración de lo real tiene como fondo la ruptura en términos globales de la percepción y lo percibido" (por ataque desmedido a cualquier configuración de lo real, es decir, a toda iconografía o bien como cuestionamiento de la propia percepción). En la filosofía y la literatura del siglo que termina son múltiples las críticas a la constelación de lo real tanto a nivel supraindividual como intraindividual, según apuntábamos antes.
La energía y la precisión humanas se encargaban otrora, en la revolución neolítica y en la revolución industrial, de transformar y explotar la naturaleza. La tecnología del conocimiento actual tiende a intensificar la capacidad humana de acción y decisión en la resolución de problemas y el desarrollo potencial de formas más complejas de pensamiento. Las nuevas tecnologías no abocan simplemente a una nueva conceptualización de la realidad. Son agentes de producción social y cultural: reconvierten los objetos, tiempos y los espacios físicos, pero también los identitarios, las referencias subjetivas e intersubjetivas, propiciando formas comunicativas inusitadas que afectan a los mercados, los sistemas de conocimiento, la homogeneidad de los estilos de vida y la formación de culturas híbridas en el difuso marco de la migración y la configuración de las sociedades plurales.
Hablaba Ortega en 1933, en el curso recogido en Meditaciones sobre la técnica, de que la tecnología de entonces ya no tenía como finalidad la de satisfacer necesidades humanas sino que muchas veces generaba productos, procesos y servicios para los cuales se creaba artificialmente la necesidad, necesidad ficticia tantas veces. Ahora es difícil afirmar que la tecnología mantiene el objetivo tradicional de resolver necesidades.
4. Soledad social
En otras épocas la cultura se ha movido en tesituras donde, como ahora, había factores que favorecían el atomismo social: de pasada nos referiremos a las posturas mantenidas por los sofistas y a los debates entre individualistas y cosmopolitas de la filosofía helenística. La extensión del presente trabajo no permite que nos detengamos en esos hitos donde, sí, ya se hablaba (de otras maneras) de la ahora tan traída y llevada globalización. Recalaremos brevemente en rasgos más recientes de la civilización europea.
La "soledad social" surgida, entre otras quiebras, con la quiebra del sistema sociosimbólico del medioevo (el orden de representación compartido de la universitas), favoreció la escisión de lo público y lo privado y, señala Fermín Bouza, "esa misma soledad no parece el mejor contexto para continuar el proceso de individuación que la modernidad propició".
Lo más destacable para quien esto escribe del esbozo de la marea de indefinición, marea donde afluyen más corrientes que en el río de Heráclito quizás, marea que, tal vez, nos lleva, aportado por Alejandro Gándara es una notable coincidencia de los narradores reunidos: todos ellos dan inicio a descripciones que, de entrada, saben imposibles: "describirán", pues, de modo harto problemático e interrogativo eso de afuera, o "la comunidad cognoscible", o "la realidad", o lo que sea que sea el caso, caso de ser comunicable. Advierten sutilmente la ignorancia de partida en el proceso creativo en cuanto a "¿qué escribir?" y, al par, ¿cómo?. y, una vez zambullidos en la copiosa página, esas preguntas ¿qué importan?
La ficcionalidad, la textualidad en general, depende, en penúltima instancia (la última palabra se le cede al lector, según Barthes), de la intención del autor, intención que incluye con anticipación al lector que, nunca, estará "por encima" del texto. Hay quienes hablan del fin del estilo llamado personal, de la "pincelada individual distintiva"; otros, en cambio, insisten en la posibilidad de rastrear a quien inicia la interacción comunicativa, en el hecho ineludible de que, vuelto cada quien a su lectura, contará de alguna manera con "una intencionalidad presente y ejercitada en el texto" según nos dice Thiebaut:
la voz que en el texto aparece (...) pero pudiéramos llamarla, no menos metafóricamente, la traza del sujeto. La metáfora de la traza tiene, quizá, una ventaja añadida: sugiere que lo que permanece no es lo que allí aconteció, como la traza de una partícula que una vez surgió y se desintegró en unos microsegundos.
Raymond Williams, en un estudio sobre la novela inglesa de Dickens a D.H. Lawrence nos presenta la obra del primer autor como coincidente con la moralización que la novela y el drama dieciochescos registraron en otros lugares. Los novelistas británicos, en el bullicioso periodo de 1847-1848, exploraron la comunidad porque, con la revolución industrial, se había hecho problemático "el significado de vivir en comunidad". El problema se refiere a los hechos observables (lo de ahí afuera que decía Gándara) y a la posición que el observador ha de tomar para que la comunidad empiece a ser accesible (lo accesible: "aquello que se desea convocar y que necesita ser conocido"). Dickens es uno de los grandes novelistas de ciudad que como Kafka o Dostoievski crean modos rigurosamente originales para responder a una situación inquietante. Dickens, además de cuestionar irónicamente el optimismo tecnológico de su época, señala que su sociedad asiste a una perturbación que no tiene parangón en la historia; mas no se limita a señalar ese "terrible desorden" sino que intenta averiguar qué es lo que cobra forma cuando parece imponerse un sistema (el propio de la revolución industrial) que cancela la sola posibilidad de elección, que no permite más que reconocimientos y relaciones precarios en pro de la "disminución de la simpatía" tan antinatural y el olvido, no menos inusitado para quien lee a Dickens, de la finalidad común, de intentar hacer mejor el mundo.
5. El hipertexto y la hiperficción
Hay un lugar donde la convergencia comunicativa pudiera, en principio, hallar cordial cobijo: el hipertexto. De múltiples maneras cabe entender, como lo hace A. Tabuchi, que la literatura ha sido la Internet a través de los siglos. Los nuevos recursos actuales parecen hechos a la medida de las anticipaciones estructurales de autores como, por ejemplo, Proust y Joyce, o Cortázar. La ruptura de la linealidad y las nuevas formas de escritura y lectura fueron intento de diversos autores restringidos a los límites de la página impresa, mucho antes de que el hipertexto electrónico fuese una realidad. Dicha ruptura repercutiría no sólo en el lector descrito por la teoría de la recepción, o en la obra (in)acabada o "abierta" en términos de Eco, sino también en el cada vez más complicado proceso creativo, la destinación (recordando la cita de Barthes que inicia estas páginas) y el feedback no siempre recíproco.
El hipertexto se compone de texto y de unos nexos (links), que conectan directamente con otros textos al ser activados, formando una red contextual sin principio ni fin, pues se puede saltar constantemente de unos textos a otros según se van escogiendo nuevas opciones de búsqueda. Seguiremos a Landow al considerar también elementos no textuales.
Puesto que el hipertexto, al poder conectar un pasaje de discurso verbal a imágenes, mapas, diagramas y sonido tan fácilmente como a otro fragmento verbal, expande la noción de texto más allá de lo meramente verbal, no haré la distinción entre hipertexto e hipermedia. Con hipertexto, pues, me referiré a un medio informático que relaciona información tanto verbal como no verbal. Los nexos electrónicos unen lexias tanto externas a una obra, por ejemplo, un comentario de ésta por otro autor, o textos paralelos o comparativos, como internas y así crean un texto que el lector experimenta como no lineal o, mejor dicho, como multilineal o multisecuencial.
El hipertexto parece responder a las últimas tendencias de la filosofía que insisten en el diálogo, la interacción al cabo; se abandonan o critican nociones tales como centro, margen, jerarquía y linealidad o secuenciación discursiva. Se piensa en intervención multilineal, redes, nexos, nodos. El lector activo de Iser o Eco elige en el hipertexto sus propios finales y trayectos. Hay quienes auguran que el autor queda sin control de su obra. Otros insisten en que siempre es rastreable la traza al menos de quien decidiera una vez dirigir la palabra a otros.
Además, la literatura hipertextual permite la creación colectiva. Susana Pajares Toska señala dos tipos de ficción hipertextual que ya están en la red:
dos tipos, que a propuesta de Michael Joyce muchos autores distinguen como "hiperficción explorativa" e "hiperficción constructiva". La hiperficción explorativa tiene un solo autor y la constructiva tiene muchos, requiriendo una colaboración por parte de cada lector y borrando los límites autor-lector.
La hiperficción constructiva o autoría en colaboración funciona como las IRC o Internet Relay Chat, que son "charlas" por escrito a través de la red, en que varias personas pueden comunicarse simultáneamente. La hiperficción explorativa tiene un solo autor, pero el lector decide qué nexos establecer en cada momento, lo que aproxima los papeles autor-lector pero no los confunde pues el lector selecciona entre los nexos propuestos por el autor.
En la hiperficción explorativa hay numerosos fallos cuya solución parece cifrarse en cuidar con más esmero los nexos, característica esencial del hipertexto según Jurgen Fauth. Los links coordinan todo. No hacen falta muchos pero han de ser excelentes y ello exige, en opinión de Susana Pajares Toska
que los autores se den cuenta de la implicaciones semántico-organizativas de los "links", que prevean estas implicaciones para que los lectores no se encuentren con "links" irrelevantes o mal relacionados, de tal forma que lleven a textos absolutamente inesperados en el trayecto de lectura personal.
Metamorfosis de los rostros del riesgo:
Hipertexto y edición en la "cultura digital"
(Apuntes en torno a la convergencia comunicativa)